martes, 11 de septiembre de 2012

¡Situaciones por resolver!


Por German Retana

German Retana
¿Qué cambia cuando usted o su equipo dejan de referirse a sus contratiempos o dilemas como "problemas" y los definen como "situaciones por resolver"? En apariencia es una diferencia sutil, pero el impacto en la reacción es notable y relevante.

El lenguaje crea la realidad, dicen los psicólogos. "Si las personas definen las cosas como reales, éstas son reales en sus consecuencias", afirma el conocido teorema de Thomas, desde 1928. Al conceptualizar que algo es un "problema", de inmediato vienen  a la mente términos tales como: barrera, obstáculo,  afectación, solución difícil, bloqueo, complicación, enredo, diferencia entre lo que deseamos y lo que tenemos, y agregue usted sus propios conceptos. Pero en el fondo, hay cierta reacción negativa y hasta pasiva. El calificativo "problema" nos puede dejar anclados en  la búsqueda de razones y culpables.

Invite a su equipo a hacer el siguiente ejercicio: Cambien el título de problema a algo que enfrentan y denomínenlo "situación por resolver". De inmediato la actitud se vuelve proactiva, creativa y orientada a la acción. La frase insinúa que tenemos un poder interior y propio para actuar, que el reto está presente y que resolverlo ya es una decisión. También nos hace sentir responsables de hacer que las cosas sucedan y no esperar que otros lo hagan. Si planteamos algo como "situación por  resolver" el peso mayor no está en el pasado o en el diagnóstico, sino en la puesta en marcha de acciones correctivas.

La forma en que usamos el lenguaje es crucial. La relación entre él y el pensamiento es íntima y tiene serias consecuencias. Para Miguel de Unamuno, "el lenguaje no es la envoltura del pensamiento, sino el pensamiento mismo". La observación de la forma en que definimos los contratiempos, retos y dilemas nos ayuda a elevar la calidad de diálogo en las relaciones personales y en el equipo de trabajo. La superficialidad y las reacciones temperamentales no suelen ser amigas de las soluciones inteligentes; por eso es que hay organizaciones adictas a los mismos "problemas" sin romper círculos viciosos por no definirlos en forma diferente.

No se trata de argumentar que no se tienen problemas, pues eso sería ilusorio, sino de analizar cómo los definimos. Es más, como plantea Albert Einstein, su formulación  es más importante que la solución. Si los planteamos como situaciones por resolver, de inmediato nuestra mente se programa para solventar, disipar, remediar y hasta disolver.

Insistir en que tenemos muchos problemas nos acerca al club de las personas que se declaran "víctimas", no asumen responsabilidad por sus situaciones y culpan a los demás por ellas. Si trabajamos, en cambio, enfocados en la lista de lo que tenemos por resolver, seremos miembros de equipos protagonistas de sus propias y bien pensadas acciones.


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