Una propuesta clínica basada en protección emocional, cuidado estructurado y amor paternal dirigido
La obra Terapia Paternal nace de una necesidad profunda y persistente que se ha encontrado a lo largo de años de trabajo con adolescentes: la herida del padre ausente.
Frente a esta realidad, y tomando como
referencia histórica modelos como la Terapia Maternal de Gilbestard y
Duker en pacientes esquizofrénicos, se propone un camino diferente: la Terapia Paternal de Transferencia Positiva
Dirigida (TPD). Un enfoque clínico innovador, ético y
profundamente humano, que consiste en asumir
conscientemente la función paterna dentro del vínculo terapéutico, no
solo desde la interpretación, sino desde la presencia emocional, estructurante y afectiva del terapeuta.
En este modelo, la transferencia positiva no se evita ni se neutraliza. Se canaliza de manera dirigida y terapéutica, ofreciendo al adolescente una experiencia emocional correctiva, en la que el terapeuta actúa como una figura paterna suficiente. No para reemplazar al padre biológico, sino para encarnar, modelar e instalar en el paciente la función protectora, firme, valorativa y afectuosa que un padre debería ofrecer.
1.
Tiempo en calidad,
como muestra de presencia real y emocional.
2.
Esfuerzo,
para que el paciente perciba que es valioso y digno de dedicación.
3.
Cuidado,
expresado en guía hacia actividades que desarrollen valores, disciplina y
sentido.
4.
Afecto de amor
paternal, que afirma y sostiene, sin condiciones.
Esta obra recoge los fundamentos teóricos, la experiencia práctica acumulada durante años de aplicación, casos clínicos, técnicas y propuestas formativas para que otros profesionales puedan replicar, adaptar o expandir este enfoque en sus contextos terapéuticos.
La intención no es teorizar por teorizar. Es dar herramientas reales para sanar heridas reales, desde una clínica ética, comprometida y afectiva. Porque muchos adolescentes no necesitan solo ser escuchados: necesitan ser protegidos, cuidados y afirmados. Como lo haría un padre que sí está.
El Enfoque TPD
Con los años de aplicación clínica, observación y resultados sostenidos, se ha podido sistematizar lo que inicialmente fue una intuición terapéutica y es la necesidad profunda de muchos adolescentes de experimentar la función paterna dentro del vínculo terapéutico. Esta obra, Terapia Paternal, recoge esa experiencia pionera, y en el presente se le ha dado forma estructural al enfoque, que he denominado "Terapia Paternal de Transferencia Positiva Dirigida TPD.
Este modelo se basa en una premisa clínica fundamental, cuando la figura paterna ha estado ausente o ha fallado, el terapeuta puede y debe, dentro de los marcos éticos adecuados, ejercer una función de protección, guía, validación y afecto estructurante, como lo haría un padre amoroso y funcional. No se trata de una actuación, sino de una presencia emocional terapéutica real que el adolescente puede sentir, reconocer e internalizar.
La TPPD
se estructura sobre cuatro pilares de
protección paternal terapéutica:
Tiempo en calidad. Presencia
emocional real y sostenida.
Esfuerzo. El paciente
percibe que el terapeuta invierte energía por él.
Cuidado estructurado. Actividades,
disciplina, límites con afecto.
Amor paternal terapéutico.
Aceptación firme, afectuosa y constante.
Esta función paterna se vive en el espacio
terapéutico como un proceso correctivo emocional,
que permite al paciente integrar dentro
de sí una voz paternal saludable, desarrollar autorregulación, sentido
de valor, y autonomía.
Es
una herramienta preventiva, cuando se administra a adolescentes y jóvenes que
aún no han caído en las redes del delito y los vicios, y sugiere actividades
formativas en el “Programa de Crecimiento Personal o de Salud Mental”
(PROCRECER) que aparece íntegramente, en la obra “Delincuencia, Drogas ¿Y Ahora
Qué?” Así como, de una manera virtual, en el sitio web https://amimundo.org/procrecer.html
Es
curativa cuando trata comportamientos inadecuados en adolescentes y jóvenes, entre
10 y 20 años de edad y se aplica en el “Programa de Formación Para Jóvenes
Traviesos”, así como en el “Sistema Monitorial”, método educativo que funcionó,
durante 20 años, en Barahona y el Distrito Nacional, en la República Dominicana.
El
fundamento de esta terapia es la relación afectiva entre el terapeuta y el cliente.
La protección adecuada es el soporte de este tratamiento de modificación
conductual.
Su marco teórico
está basado en la modificación de los comportamientos que se pudieran generar
en los adolescentes y jóvenes, según el estudio efectuado en el “Centro de Corrección
de Menores de Najayo”, cuyos resultados se incluyen en esta obra, así como en
el estudio efectuado por María Calvo Charro, de la Universidad de Harvard, en
2015.
El objetivo de
esta herramienta es modificar conductas desadaptativas en adolescentes y
jóvenes, sobre todo, cuando la ausencia del padre es habitual e impiden su
crecimiento personal para el logro de una adultez sana y, de esta manera,
desempeñar su papel en la comunidad.
Estos objetivos
están relacionados con la reducción de los síntomas, el desarrollo de
habilidades, la mejora de las relaciones interpersonales, el aumento de la
autoestima y la protección.
La terapia se
lleva a cabo a través de una relación profesional y ética entre el terapeuta y
el joven “travieso”, fundamentada en empatía y confianza mutua.
El terapeuta
brinda, además, un ambiente seguro y de apoyo para que el individuo explore sus
dificultades y trabaje hacia el cambio. Incluye encuentros quincenales o
mensuales, evaluaciones de personalidad, proyectivas, de inteligencia y
orientación vocacional.
Las técnicas y
estrategias a utilizar ayudan en el aprendizaje de nuevas habilidades, el
cambio de patrones de comportamiento disfuncionales; así como el crecimiento
personal para el logro de la adultez y la resolución de conflictos internos o
interpersonales.
El “Programa de Formación
en Valores para Jóvenes Traviesos”, en donde se aplica la Terapia Paternal,
tiene una duración de un año por cada una de sus etapas, aunque puede variar
según las necesidades individuales.
Las sesiones se
programan regularmente y se establece una frecuencia adecuada para mantener el
progreso terapéutico.
A lo largo del
tratamiento, se evalúa el progreso del adolescente y se realiza una revisión
periódica de los objetivos y la efectividad de las intervenciones. Esto permite
ajustar el enfoque terapéutico según sea necesario y asegurar que esté siendo
beneficioso para el joven “travieso”. Este tratamiento para adolescentes y
jóvenes de hogares monoparentales, ha sido validado por el estudio de casos,
durante más de 50 años, examinando el progreso de los individuos que lo han
recibido.
La Terapia
Paternal es una herramienta desarrollada por el autor, basada en observaciones
sobre el comportamiento de niños, adolescentes y jóvenes en el hogar, en la
escuela y en el entorno . Es curativa cuando se enfoca en aquellos que muestran
conductas desadaptativas, así como su proclividad al delito, consumo de
sustancias psicotrópicas, uso de váper, cigarrillos electrónicos y otros
vicios, por una formación inadecuada o falta de la presencia del padre.
La terapia se construye
sobre tres elementos principales: la confianza, el fortalecimiento de la estima
personal y la protección brindada por el terapeuta como figura paternal. La
confianza se establece en la primera etapa del programa, fomentando una amistad
sincera entre el terapeuta y el individuo. El fortalecimiento de la estima
personal se logra a través de ejercicios y actividades que promueven el
crecimiento mental y la participación en actividades positivas.
La protección es
un aspecto crucial de este tratamiento y se enfoca en brindar seguridad al adolescente.
Se destacan cuatro componentes de la protección: oferta de tiempo en calidad,
oferta de esfuerzo para satisfacer necesidades, cuidado (disciplina de las
consecuencias) y oferta de afecto de amor. Estos elementos permiten crear un
ambiente seguro y afectuoso para los adolescentes y jóvenes, fomentando su
desarrollo emocional y su bienestar general.
La terapia paternal
se considera, especialmente efectiva para adolescentes diagnosticados con trastorno de la conducta o disocial, y
jóvenes con trastorno antisocial de personalidad (psicopatía).
Se ha observado
que, cuando se sienten protegidos, responden de manera positiva a diferentes
técnicas de modificación de conducta.
Para garantizar el éxito de la terapia, se resalta la importancia de
ofrecer, a los niños y jóvenes, un cuidado integral que incluya educación,
salud, recreación adecuada, valores y el sentimiento de ser amados.
La implementación
de la terapia paternal puede contribuir a formar individuos sanos, seguros de
sí mismos, capaces de relacionarse de manera asertiva, empática y de amar a los
demás. Su aplicación adecuada en instituciones y programas formativos puede
tener un impacto positivo en el bienestar de los jóvenes y en el desarrollo de
la sociedad en general.
Educar y reeducar
Se educa, desde la niñez, a
través de las tres agencias de formación del niño: el hogar, la escuela y el
entorno, en todas sus variables (vecindario, clubes, iglesias, instituciones,
hidrografía, orografía, tradiciones, estatus económico, grado académico,
cosmovisión religiosa y sexual, estructura familiar, políticas de Estado,
clima, hacinamiento, etc.).
Se reeduca a quienes, por una razón u otra, las
agencias formativas que se ocuparon de esa tarea, lo hicieron de una manera
inadecuada por lo que, la persona víctima de esa formación incorrecta en el
hogar, podría sufrir las consecuencias, quizás para toda la vida.
En otras palabras, se educa,
desde la infancia y la niñez. Se reeduca a quien ha recibido una fomación
inadecuada.
Una de las razones más
frecuentes de la formación inadecuada de niños y adolescentes es la ignorancia
de los padres y maestros del tratamiento correcto para esos fines. Nadie puede
dar lo que no tiene. La mayor responsabilidad es de la escuela. El personal
docente recibe adiestramiento en las universidades, los padres no.
En muchos casos aquellos, (los
padres), recibieron abusos o malos tratos, por ignorancia o por conflictos no
resueltos de sus padres y maestros.
Otra razón, mucho más grave, es
la ausencia del padre en el hogar. El autor de esta obra está aplicando este
programa a decenas de adolescentes y jóvenes. En la mayoría de los casos, la
ausencia del padre es la norma. Once de
los inscritos en el programa, nunca han delinquido ni han consumido drogas. Son
jóvenes sanos y, muchos de ellos, estudiantes ejemplares; pero no tienen una
figura paternal que les indique las normas del hogar a seguir. Esto los hace
potenciales problemas para la sociedad.
En la terapia paternal, por lo expuesto anteriormente, se resuelve este problema presentándo una figura paternal ortodoxa y, más adelante, la figura paternal ideal. Aquella se irá sustituyendo, según avanza el tratamiento, en una figura paternal ideal.
La figura paternal tradicional exige obediencia y tiene la última palabra. La figura paternal ideal reflexiona con el adolescente lo que más conviene para su formación. La transformación se va dando a través de los valores que se insertan paulatinamente, en la manera de ser, en su personalidad.
Al tiempo que el adolescente
aprende a tener confianza en sí mismo, accionar en el mundo que le rodea,
desempeñando un papel en la comunidad; pertenecer a grupos de afecto y
demostrar creatividad, ser honesto, responsable, leal, generoso, empático y
asertivo, no tolerará imposiciones.
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