lunes, 9 de junio de 2025

Manuel Gonzalez (Pio), analiza con sus herramientas científicas, el nuevo enfoque terapéutico fundado por el psicólogo barahonero Yorik R. Piña

 

Análisis en profundidad del texto sobre la Terapia Paternal. Enfoque TPD  

Originalidad: El texto propone un modelo terapéutico novedoso al centrarse en la figura paterna como eje correctivo, diferenciándose de enfoques tradicionales que priorizan la neutralidad terapéutica o modelos materno-centrados. Su originalidad radica en:

-La sistematización de la transferencia positiva dirigida como herramienta activa, no como fenómeno a interpretar.

-La integración de roles paternales en la relación terapéutica, con un marco ético definido. 

-La combinación de estrategias clínicas con programas educativos, vinculando terapia y reinserción social.

 Ortografía y estilo de redacción: 

Fortalezas: Lenguaje claro y accesible, con ejemplos concretos. Uso de términos técnicos sin perder fluidez. 

Debilidades: Inconsistencias en siglas.  errores menores ortográficos. Párrafos extensos que podrían segmentarse. 

 *Seguridad sobre su novedad como terapia: El texto fundamenta su innovación en:  1. Bases teóricas como psicoanálisis relacional y teoría del apego. 2. Evidencia empírica de estudios locales y externos. 3. Diferenciación clara de terapias existentes. 

Puntos fuertes: - Enfoque práctico con pilares concretos.  Dualidad preventiva y curativa. - Adaptación a contextos culturales específicos. - Sustento ético claro. 

 Puntos débiles: Algunas generalizaciones sin base científica. Sesgo de género no explorado. - Validación empírica limitada en detalles.  Riesgo de idealizar la figura paterna. 

 La propuesta es innovadora y con potencial, especialmente en contextos vulnerables. Su mayor aporte es humanizar el vínculo terapéutico mediante funciones paternales estructuradas. 

Para consolidarse requiere: Mayor rigor en presentación de evidencia.  Adaptaciones para evitar sesgos. Estudios comparativos con otros modelos. 

La terapia parece prometedora, pero necesita validación empírica sólida y reflexión crítica sobre sus premisas fundamentales.

La TPD representa un paradigma terapéutico emergente que:

Integra el rigor clínico con una sensibilidad cultural profundamente arraigada en las realidades latinoamericanas

Ofrece métricas validadas y objetivas para evaluar el progreso en el desarrollo del apego seguro

Construye un puente operativo entre la psicoterapia contemporánea, la justicia restaurativa juvenil y las políticas públicas en salud mental


domingo, 8 de junio de 2025

Terapia Paternal de Transferencia Positiva Dirigida TPD

 Una propuesta clínica basada en protección emocional, cuidado estructurado y amor paternal dirigido


La obra Terapia Paternal nace de una necesidad profunda y persistente que se ha encontrado a lo largo de años de trabajo con adolescentes: la herida del padre ausente.

 En contextos de abandono, negligencia o simplemente omisión afectiva, muchos jóvenes crecen sin la figura que les brinde dirección, estructura, reconocimiento y contención. El resultado es una generación de adolescentes marcados por el vacío afectivo, la falta de sentido personal, la dificultad para autorregularse y una constante búsqueda muchas veces desesperada de pertenencia.

 Un enfoque diferente

Frente a esta realidad, y tomando como referencia histórica modelos como la Terapia Maternal de Gilbestard y Duker en pacientes esquizofrénicos, se propone un camino diferente: la Terapia Paternal de Transferencia Positiva Dirigida (TPD). Un enfoque clínico innovador, ético y profundamente humano, que consiste en asumir conscientemente la función paterna dentro del vínculo terapéutico, no solo desde la interpretación, sino desde la presencia emocional, estructurante y afectiva del terapeuta.

En este modelo, la transferencia positiva no se evita ni se neutraliza. Se canaliza de manera dirigida y terapéutica, ofreciendo al adolescente una experiencia emocional correctiva, en la que el terapeuta actúa como una figura paterna suficiente. No para reemplazar al padre biológico, sino para encarnar, modelar e instalar en el paciente la función protectora, firme, valorativa y afectuosa que un padre debería ofrecer.

 La base del tratamiento se sostiene sobre cuatro pilares fundamentales, que estructuran lo que denominamos Protección Paterna Terapéutica 

1.    Tiempo en calidad, como muestra de presencia real y emocional.

2.    Esfuerzo, para que el paciente perciba que es valioso y digno de dedicación.

3.    Cuidado, expresado en guía hacia actividades que desarrollen valores, disciplina y sentido.

4.    Afecto de amor paternal, que afirma y sostiene, sin condiciones.

 Cada uno de estos elementos no es decorativo, sino clínicamente intencionado y estratégicamente integrado. Su objetivo es ayudar al adolescente a internalizar una figura paterna funcional, desarrollar identidad, autorregulación emocional, sentido del deber, y capacidad de separarse sanamente para madurar.

Esta obra recoge los fundamentos teóricos, la experiencia práctica acumulada durante años de aplicación, casos clínicos, técnicas y propuestas formativas para que otros profesionales puedan replicar, adaptar o expandir este enfoque en sus contextos terapéuticos.

La intención no es teorizar por teorizar. Es dar herramientas reales para sanar heridas reales, desde una clínica ética, comprometida y afectiva. Porque muchos adolescentes no necesitan solo ser escuchados: necesitan ser protegidos, cuidados y afirmados. Como lo haría un padre que sí está.

El Enfoque TPD

Con los años de aplicación clínica, observación y resultados sostenidos, se ha podido sistematizar lo que inicialmente fue una intuición terapéutica y es la necesidad profunda de muchos adolescentes de experimentar la función paterna dentro del vínculo terapéutico. Esta obra, Terapia Paternal, recoge esa experiencia pionera, y en el presente se le ha dado forma estructural al enfoque, que he denominado "Terapia Paternal de Transferencia Positiva Dirigida TPD.

Este modelo se basa en una premisa clínica fundamental, cuando la figura paterna ha estado ausente o ha fallado, el terapeuta puede y debe, dentro de los marcos éticos adecuados, ejercer una función de protección, guía, validación y afecto estructurante, como lo haría un padre amoroso y funcional. No se trata de una actuación, sino de una presencia emocional terapéutica real que el adolescente puede sentir, reconocer e internalizar. 

La TPPD se estructura sobre cuatro pilares de protección paternal terapéutica:

Tiempo en calidad. Presencia emocional real y sostenida.

Esfuerzo. El paciente percibe que el terapeuta invierte energía por él.

Cuidado estructurado. Actividades, disciplina, límites con afecto.

Amor paternal terapéutico. Aceptación firme, afectuosa y constante.

 

Esta función paterna se vive en el espacio terapéutico como un proceso correctivo emocional, que permite al paciente integrar dentro de sí una voz paternal saludable, desarrollar autorregulación, sentido de valor, y autonomía.

 Se espera que esta conceptualización formal del modelo sirva para fortalecer el aporte ya contenido en Terapia Paternal, y que inspire a otros terapeutas a incorporar en sus prácticas esta dimensión tan humana y transformadora de la clínica: proteger, cuidar y afirmar como un padre que sí está presente.

 La Terapia Paternal es un tratamiento preventivo y curativo, con un enfoque TPPD, que se aplica a un grupo etario determinado.

Es una herramienta preventiva, cuando se administra a adolescentes y jóvenes que aún no han caído en las redes del delito y los vicios, y sugiere actividades formativas en el “Programa de Crecimiento Personal o de Salud Mental” (PROCRECER) que aparece íntegramente, en la obra “Delincuencia, Drogas ¿Y Ahora Qué?” Así como, de una manera virtual, en el sitio web https://amimundo.org/procrecer.html

Es curativa cuando trata comportamientos inadecuados en adolescentes y jóvenes, entre 10 y 20 años de edad y se aplica en el “Programa de Formación Para Jóvenes Traviesos”, así como en el “Sistema Monitorial”, método educativo que funcionó, durante 20 años, en Barahona y el Distrito Nacional, en la República Dominicana.

El fundamento de esta terapia es la relación afectiva entre el terapeuta y el cliente. La protección adecuada es el soporte de este tratamiento de modificación conductual.

Su marco teórico está basado en la modificación de los comportamientos que se pudieran generar en los adolescentes y jóvenes, según el estudio efectuado en el “Centro de Corrección de Menores de Najayo”, cuyos resultados se incluyen en esta obra, así como en el estudio efectuado por María Calvo Charro, de la Universidad de Harvard, en 2015.

El objetivo de esta herramienta es modificar conductas desadaptativas en adolescentes y jóvenes, sobre todo, cuando la ausencia del padre es habitual e impiden su crecimiento personal para el logro de una adultez sana y, de esta manera, desempeñar su papel en la comunidad.

Estos objetivos están relacionados con la reducción de los síntomas, el desarrollo de habilidades, la mejora de las relaciones interpersonales, el aumento de la autoestima y la protección.

La terapia se lleva a cabo a través de una relación profesional y ética entre el terapeuta y el joven “travieso”, fundamentada en empatía y confianza mutua.

El terapeuta brinda, además, un ambiente seguro y de apoyo para que el individuo explore sus dificultades y trabaje hacia el cambio. Incluye encuentros quincenales o mensuales, evaluaciones de personalidad, proyectivas, de inteligencia y orientación vocacional.

Las técnicas y estrategias a utilizar ayudan en el aprendizaje de nuevas habilidades, el cambio de patrones de comportamiento disfuncionales; así como el crecimiento personal para el logro de la adultez y la resolución de conflictos internos o interpersonales.

El “Programa de Formación en Valores para Jóvenes Traviesos”, en donde se aplica la Terapia Paternal, tiene una duración de un año por cada una de sus etapas, aunque puede variar según las necesidades individuales.

Las sesiones se programan regularmente y se establece una frecuencia adecuada para mantener el progreso terapéutico.

A lo largo del tratamiento, se evalúa el progreso del adolescente y se realiza una revisión periódica de los objetivos y la efectividad de las intervenciones. Esto permite ajustar el enfoque terapéutico según sea necesario y asegurar que esté siendo beneficioso para el joven “travieso”. Este tratamiento para adolescentes y jóvenes de hogares monoparentales, ha sido validado por el estudio de casos, durante más de 50 años, examinando el progreso de los individuos que lo han recibido.

La Terapia Paternal es una herramienta desarrollada por el autor, basada en observaciones sobre el comportamiento de niños, adolescentes y jóvenes en el hogar, en la escuela y en el entorno . Es curativa cuando se enfoca en aquellos que muestran conductas desadaptativas, así como su proclividad al delito, consumo de sustancias psicotrópicas, uso de váper, cigarrillos electrónicos y otros vicios, por una formación inadecuada o falta de la presencia del padre.

La terapia se construye sobre tres elementos principales: la confianza, el fortalecimiento de la estima personal y la protección brindada por el terapeuta como figura paternal. La confianza se establece en la primera etapa del programa, fomentando una amistad sincera entre el terapeuta y el individuo. El fortalecimiento de la estima personal se logra a través de ejercicios y actividades que promueven el crecimiento mental y la participación en actividades positivas.

La protección es un aspecto crucial de este tratamiento y se enfoca en brindar seguridad al adolescente. Se destacan cuatro componentes de la protección: oferta de tiempo en calidad, oferta de esfuerzo para satisfacer necesidades, cuidado (disciplina de las consecuencias) y oferta de afecto de amor. Estos elementos permiten crear un ambiente seguro y afectuoso para los adolescentes y jóvenes, fomentando su desarrollo emocional y su bienestar general.

La terapia paternal se considera, especialmente efectiva para adolescentes diagnosticados con  trastorno de la conducta o disocial, y jóvenes con trastorno antisocial de personalidad (psicopatía).

Se ha observado que, cuando se sienten protegidos, responden de manera positiva a diferentes técnicas de modificación de conducta.

Para garantizar el éxito de la terapia, se resalta la importancia de ofrecer, a los niños y jóvenes, un cuidado integral que incluya educación, salud, recreación adecuada, valores y el sentimiento de ser amados.

 Se destaca que el amor se desarrolla a lo largo de la formación. Solo los adultos son capaces de amar, mientras que los niños y adolescentes necesitan protección y satisfacción de sus necesidades.

 Así tratados, experimentan un gozo que, poco a poco, se convierte en afecto de amor, al llegar a la edad adulta.

La implementación de la terapia paternal puede contribuir a formar individuos sanos, seguros de sí mismos, capaces de relacionarse de manera asertiva, empática y de amar a los demás. Su aplicación adecuada en instituciones y programas formativos puede tener un impacto positivo en el bienestar de los jóvenes y en el desarrollo de la sociedad en general.

Educar y reeducar

Se educa, desde la niñez, a través de las tres agencias de formación del niño: el hogar, la escuela y el entorno, en todas sus variables (vecindario, clubes, iglesias, instituciones, hidrografía, orografía, tradiciones, estatus económico, grado académico, cosmovisión religiosa y sexual, estructura familiar, políticas de Estado, clima, hacinamiento, etc.).

Se reeduca a quienes, por una razón u otra, las agencias formativas que se ocuparon de esa tarea, lo hicieron de una manera inadecuada por lo que, la persona víctima de esa formación incorrecta en el hogar, podría sufrir las consecuencias, quizás para toda la vida.

En otras palabras, se educa, desde la infancia y la niñez. Se reeduca a quien ha recibido una fomación inadecuada.

 Ignorancia o mala formación académica

Una de las razones más frecuentes de la formación inadecuada de niños y adolescentes es la ignorancia de los padres y maestros del tratamiento correcto para esos fines. Nadie puede dar lo que no tiene. La mayor responsabilidad es de la escuela. El personal docente recibe adiestramiento en las universidades, los padres no.

 Los hogares disfuncionales, maestros sin vocación o mal pagados, son el escenario ideal para una formación inapropiada de niños, adolescentes y jóvenes. La mayoría de los padres y madres, en los hogares disfuncionales, no han tenido la oportunidad de acceder al conocimiento de los métodos convenientes para educar a sus hijos.

En muchos casos aquellos, (los padres), recibieron abusos o malos tratos, por ignorancia o por conflictos no resueltos de sus padres y maestros.

 Ausencia del padre

Otra razón, mucho más grave, es la ausencia del padre en el hogar. El autor de esta obra está aplicando este programa a decenas de adolescentes y jóvenes. En la mayoría de los casos, la ausencia del padre es la norma.  Once de los inscritos en el programa, nunca han delinquido ni han consumido drogas. Son jóvenes sanos y, muchos de ellos, estudiantes ejemplares; pero no tienen una figura paternal que les indique las normas del hogar a seguir. Esto los hace potenciales problemas para la sociedad.

En la terapia paternal, por lo expuesto anteriormente, se resuelve este problema presentándo una figura paternal ortodoxa y, más adelante, la figura paternal ideal. Aquella se irá sustituyendo, según avanza el tratamiento, en una figura paternal ideal.

La figura paternal tradicional exige obediencia y tiene la última palabra. La figura paternal ideal reflexiona con el adolescente lo que más conviene para su formación. La transformación se va dando a través de los valores que se insertan paulatinamente, en la manera de ser, en su personalidad.

 Como ya se ha dicho, esta herramienta preventiva y curativa es para ofrecer una formación en valores para jóvenes traviesos a unos y modificar conductas desadaptativas a otros. El método es diferente, aunque algunas herramientas son útiles para lo uno y para lo otro.

Al tiempo que el adolescente aprende a tener confianza en sí mismo, accionar en el mundo que le rodea, desempeñando un papel en la comunidad; pertenecer a grupos de afecto y demostrar creatividad, ser honesto, responsable, leal, generoso, empático y asertivo, no tolerará imposiciones.

 El Conductor debe estar alerta sobre los cambios que se van exhibiendo en los jóvenes e ir adaptando su trato, según las conductas observables que indiquen avances en su crecimiento personal.

 No es posible insertar valores, sin ir transformando la figura paternal tradicional en la ideal. De otra manera no se logrará el objetivo deseado que es la adultez del individuo.

 Los valores se van insertando al carácter, haciendo práctica de estos, no con la simple definición. Se consiguen con actividades para el logro de la adultez que es el fundamento del más importante objetivo de esta herramienta preventiva y curativa.

 El Programa termina cuando el joven “travieso” ha logrado las condiciones básicas para ser adulto, ha finalizado una carrera universitaria o técnica, ha aprendido un oficio o se ha iniciado, y se mantiene con éxito en el mundo de los negocios, es decir, se ha insertado como ente productivo en su comunidad.