Por: Miguel Guerrero
El año que apenas comienza nos trajo nuevos impuestos y llegó cargado de enormes desafíos, muchos de ellos difíciles de encarar, Las rivalidades políticas crispan las relaciones entre los partidos e igual panorama se da a lo interno de los principales, especialmente en el mayor de oposición, el PRD, y en el propio partido gobernante, el PLD.
Todo ello plantea la posibilidad de un brusco y extemporáneo tono de proselitismo que nos mantendrá ahogados en bregas partidistas improductivas, cada día más centrada en las referencias y los ataques personales.
Los temas centrales no se tratan con el ánimo de encontrar soluciones a mediano o largo plazos, sino en un plano de controversia y confrontación.
Agréguese a todo esto, los desacuerdos ya no soterrados que afectan a la Junta Central Electoral relacionados con asuntos básicos del sistema electoral.
La exposición pública de esas diferencias ha llegado a plantear dudas acerca de la capacidad del organismo para arbitrar con imparcialidad procesos cargados siempre de incógnitas y de quejas de la oposición sobre el uso indebido del poder en beneficio de las candidaturas oficialistas.
El año nos adelanta desde ya señales de que estamos condenados a enfrentar propuestas vacías y excesivo activismo partidista faltos de contenido en relación a la economía y cargado de dureza verbal en las alturas, capaz de fomentar choques a un nivel más bajo.
Todo proyectado hacia un horizonte al través del cual la estabilidad económica de la nación pudiera ser sacudida por eventuales contingencias o alteraciones bruscas de políticas en nuestra fuente proveedora de un petróleo financiado, pero terriblemente caro.
Un año en el que los partidos políticos y sus dirigentes impondrán nuevamente la agenda de discusión sin ofrecer respuestas a las grandes inquietudes de una nación hastiada de falsas promesas y pobres liderazgos.
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