No hay sorpresa en el anuncio del presidente Danilo Medina de que militares van a las calles a patrullar con el fin de contrarrestar la delincuencia y la criminalidad hoy fuera de cauce lo que indica que no es un problema de percepción de la población, como opina el jefe de la Policía Nacional.
Era una decisión esperada, pues la Policía Nacional ha sido desbordada por la delincuencia que actúa con facilidad tanto en zonas opulentas como en barrios marginados y de clase media.
El miedo se ha apoderado de la población que en las calles y en las casas se mantiene “más chiva que una guinea tuerta”, temerosa de ser víctima de la delincuencia.
En ese escenario se anuncia la salida de los cuarteles de los guardias para combatir la delincuencia, lo que ha sido recibido con alegría por unos y con suspicacias por otros.
Las aprensiones no son para menos, pues los cuerpos castrenses están entrenados para una misión distinta a la de velar por el orden público, sino para la guerra, que como dijo Claus Von Clausewitz: “Es un acto de violencia”.
Como advierte el Centro Bonó se teme que la lucha contra la delincuencia se militarice, por lo que el remedio sería peor que la enfermedad, lo que ocurrió en México cuando se ordenó al ejército participar en la guerra contra el narcotráfico, es muy elocuente.
La lucha contra la delincuencia debe ser obra de la Policía Nacional, que es el cuerpo especializado para ello acompañada de un enfoque global en la que se tengan presente las condiciones socio económico que incitan la delincuencia.
En un momento como este oponerse a que la Policía Nacional sea reforzada con guardias es un contrasentido por la magnitud alcanzada por la delincuencia.
Pero a pesar de ello es bueno recordar que la participación de la guardia en tareas para mantener el orden público no debe ser excusa para violentar los derechos de los ciudadanos, como tradicionalmente ocurre cuando interviene.
La esperanza es que los superiores de los soldados que van a las calles los orienten en solo usar las armas para disuadir y no para agredir y entiendan que la justicia no se hace en las calles sino en los tribunales.
Esperemos que los guardias en las calles, en las labores de patrullaje, sea, además de coyuntural, parte de una política global contra la delincuencia y no una decisión aislada para salir del paso.
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