viernes, 27 de abril de 2012

Introspección De Un Mentiroso Por Idiosincrasia Y Genealogía.


Por Dioris Féliz Valla (El Tránsfuga)

Mentiroso, embustero, son dos de los calificativos para todo aquel que malogra el curso de la verdad. Ahora bien, hay uno que es doblemente mentiroso: aquel que sabiendo que está mintiendo, al final de su descarada mentira, expresa: sinceramente.

A propósito, yo quisiera ser aún mas sincero en este comentario, admitir que he sido un mentiroso empedernido. Es mi objetivo, después de una larga reflexión expresar toda la verdad en torno al proceso de desarrollo de mi ambivalente personalidad, con la explícita intención, de que, a mis años de hoy, me sirva de escarmiento y que mi vida se corone con el propósito final de todo individúo: la diadema del éxito.

En este momento vamos a obviar la discusión de la terminología intelectual que encierran las dos palabras: mentira ó verdad, simplificada en la siguiente expresión del poeta español Ramón de Campoamor: “nada es verdad, nada es mentira, las cosas son del color, de acuerdo al cristal con que se mira” y vamos a concentrarnos en lo que, realmente, significan para el vulgo.

En el campo donde nací, le dicen “Jabladó“ al mentiroso y lógicamente “jabladuría” a la mentira. En mí, influenciaron decididamente las  herencias de mis antepasados, debido a una cultura imponente que me forzaba reír, aun en contra de mi verdadero sentimiento. Consecuentemente aprendí a sobrestimar la realidad, aparentando lo que no era. Muy voluntario a beneficio del  extraño a costa del sacrificio de los míos. Hay que agregar las precarias condiciones de vida de aquel  entorno de mi formación como adolescente, que también me empujaban a mentir.

Imagínese, de vez en cuando, veía a mi propia progenitora haciendo bullas, en ruidosa colisión entre calderos y las escasas cucharas, del precario elenco, de los pocos utensilios que poseíamos para crear una falsa ilusión en el vecino de que, en nuestra casa, la comida o la “chaúcha”, como mayormente nombrábamos al almuerzo, estaba en proceso o se estaba engullendo.

Así también los vecinos tenían su propios trucos para tapar la flotante realidad de una cultura de apariencia, en contraste a la humilde convivencia de entonces que se limitaba, mayormente, al intercambio voluntario de los escasos bienes y servicios que gracias a nuestra madre tierra, predominaban gratuitamente en la época, solidaria costumbre comunitaria, que facilitaba una alimentación mas balanceada. Grandes valores primitivos que, a no ser por esta cultura patológica de mentiras, estaríamos hablando de una felicidad que raya con el despertar de los testigos.

Las acciones de mis padres, ante los demás, era de que en mi casa nunca faltaba nada, sin embargo,  nos estaba llevando el diablo. Fácilmente nos mochábamos una oreja a mordidas, en fiera disputa entre hermanos, por adueñarse de un escurrido muslo de un mal criado pollo patuleco.....además, si almorzábamos no cenábamos, y, en el mayor de los casos, la variabilidad de los alimentos se limitaban a un mangú de víveres revolteado con huevos y, pocas veces al año, par de tajadas de aguacates, manjar que había que aprovechar al máximo puesto que no sabíamos con certeza cuando volvería a repetirse esa deliciosa exquisitez.

Así tenia que reír antes mis tíos para ganarme un plato de comida extra, en esos abundantes medio días en que los ratones se batían entre las cenizas de mis fogones en vacaciones. Tétrico panorama que advertía poca acción cocinera en el departamento de “humos y grasas” de mi humilde bohío.

Eso si, no recuerdo con acierto mis lugares preferidos para defecar, pero odiaba la letrina, no por los gusanos que expandía, mas bien porque mis abuelos embarraban de ají tití a los horcones para que nadie osara resbalar el culo y en cualquier caso, descubrir fácilmente la mentira del infractor, dada la visible muestra de picazón que mostraba su conducta. Por tanto le aseguro, que en cualquier terreno me aplastaba y que no miento si les digo, que con cualquier objeto me limpiaba, además en mi entorno, lo sublime de la tecnología no había llegado todavía y lo rústico era norma del día que competía en abundancia con la mirada pendenciera y la mentira piadosa de aquellas gentes mayormente ociosas.

Y mi vida venia caminando entre y celadas y mentiras:.......limpiabotas de transeúntes que extorsionaban una impecable lustrada a un precio vil que no daba, y que mi astucia descifraba......... y con la misma moneda le pagaba, le decía diez....... mentira,..... lo mataba con una sola untada, única manera de compensar el costo de mis compradas.

Y como hijo de pobres caza ratón, trajimos sin rumbo, buscando el mundo de Cristo no, de hacerme rico sin bajar el lomo y con los frutos que mentirosamente consigo, apenas vivo, pero sigo, no me trabo en el camino, en una emigración improvisando destino.

Probé de todo para no ser peregrino. Hasta le buscaba mujeres a otros, por corrupción y para que me dieran un pepino. Y tuve mucho miedo, eso si les digo, aparte de mentiroso era pícaro, prefería pagar mas caro mis huidas, y no las deudas contraídas.

Y corrí del campo y llegué al encanto de las luces, como emigran los Bucaneros, sin un centavo en el pozuelo, a esta panorámica de aeropuertos y rascacielos. Y no lo niego, hasta fuí maipiolo de los cueros, y pequé de licenciado sin haber acabado ni el octavo, traté albañil, carpintero, en una presunción de sabelotodo, en busca de dinero inmerecido.

Y para mi heredado vicio de bailar en el asfalto corrupto de la metrópoli, en un ambiente impune de robo, romo y cuero, y para eso era que yo buscaba dinero, y mis hijos casi muertos del desconsuelo. Y por más que ganaba, la indisciplina, toda la plusvalía se comía. Y, vi hastiada la letrina de la vida, en un mercado de engaños y chabacanería.

Médicos atrapados en la miseria de sus mentiras, por dinero sugiriendo cirugía; en un epidémico comercio inescrupuloso de mentiras y ratería, que desperté en pesadilla declarándome inocente y condenando mi cultura; y así llego mi hastiada, y cambié de rumbo, antes de la estocada.

Y vivía, de volada en volada, porque si no engañaba, me abstenía a la cultura de las entrampadas; y no hubo cielo que yo no explorara, y de inmediata entrada, era mentira lo primero que hablaba. Y volé a otros mares creyéndome bilingüe.

Llegué a un mundo que paró mi orgía; una cultura también vana pero sin tanta orgía; negociaban todo menos la mentira; otro gran fiasco de mis caídas; en un campo que se gana, pero cara acara; sin esa mentira tan despiadada; que te valoran por lo que haga, no por lo que diga; que si aquí no cambia no consigue nada y solo te aceptan si trabaja y paga, ó te regresan mudo, peor que tu entrada, porque de lo tuyo, olvidaste todo y de lo ajeno no aprendiste nada.

Ó sobrevivir al auto-exilio, entre asedio y miedo, aunque tu título universitario que se guayó en el hielo, lo cambie por el reciclaje de la misma mierda que vierte el destierro, para evitar regresar a tu tiempo mozo, que no era tan malo, pero muy mentiroso. Y aunque la inmigración te haya hecho tiras, es menos mal, que aquella cultura, de tantas mentiras

Y si arguye que la mentira es parte del elenco del mozo, tiene que tener excelente memoria, para mantener la misma historia, y en verdad, convertir la mentira, pero mil veces exactamente repetida, si no quiere seguir pecando de mentiroso.
"La verdad es lo que es, y sigue siendo verdad aunque se piense al revés. "Antonio Machado"

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