lunes, 23 de septiembre de 2013

CONTRATO SOCIAL
Por: Carlos J. Vidal Lassis

 Las normas de conducta de los dominicanos de todas las edades y géneros han estado variando en muchos aspectos. Se comportan cada día medalaganariamente, es decir, como les de la gana y sin importar como afecte a los demás y el mundo que habitan. Es tan así, que ya sobresalen algunas categorías de dichas actuaciones o conductas que se pueden considerar como caóticas. Ejemplo, el tráfico vehicular. Muchas personas conducen sus vehículos como les plazca a ellas, no sienten necesidad de seguir las reglas de transito establecidas. Parece que piensan que van solas por las calles transitando sin ninguna consideración por los demás. Para que gastar espacio y tiempo con otros ejemplos si todos los conocemos, además, continuamente nos quejamos, protestamos y renegamos pero no hacemos nada.

 La gran mayoría de la población de la que todavía le queda sentido de sensatez y responsabilidad social, nos sentimos por otro lado, impotentes y nada parece poder parar el “Caos” en que vivimos. Buscar soluciones, si es que se tiene la voluntad, requiere antes que nada educarse acerca del origen de lo contrario al Caos, que en este caso es el ordenamiento que se acepto libremente a través de los siglos y de las vivencias y las influencias de los grandes pensadores históricos-filosóficos del mundo. Desde Sócrates se comenzó a conformar las ideas de lo que es el “Contrato Social” que se fue construyendo en el Renacimiento, de acuerdo a los autores consultados, con H. Grotius (1625), T Hobbes (1625), J. Locke (1689), JJ Rousseau (1762) y E. Kant (1797) y hasta en nuestros días J. Rawls (1971) y D. Gautiers (1986). 

 Según Rousseau, en mis palabras, solo la voluntad del pueblo es la que puede establecer gradualmente el bienestar común. La posiciona “como verdadero motor del cuerpo social”, contrario a la voluntad y los intereses particulares. Postula este influyente pensador que el Contrato Social es una consecuencia del consenso sin intervención de terceros. Es un pacto, según explica, que los miembros de la comunidad o sociedad hacen, sacrificando ciertas libertades inherentes al ser humano para obtener mayores beneficios de manera colectiva, intercambiando dichas libertades por reglas que constituyen el mencionado “Contrato Social”. Ejemplo: Si acordamos todos, o nuestros representantes en el Estado o el Municipio, que la Duarte es de una vía de Norte a Sur, entonces obedeceremos toda, no una parte de ella, esa decisión, independientemente que favorezca o desfavorezca a algunos. Dichos pensadores, incluyendo los más recientes, caen dentro de esta línea de pensamiento con ligeras variaciones que no modifican significativamente el concepto. Aun así, hay un Contrato Social que se ha ido adoptando y modificando y sí se quiere, enriqueciendo, según el transcurrir histórico de la humanidad que se transforma de acuerdo a las variaciones de las relaciones de producción imperantes en cada momento. 

Quizás, causa también de las aberraciones actuales que desmoronan el gran acuerdo general de nuestra sociedad. Debe decirse sin ningún “Quizás”, clara y definitivamente que el modo de producción determina la conducta social de los miembros de cualquier grupo humano y consecuentemente, el sistema económico que impera actualmente, en nuestros días, en nuestro país, sin necesidad de describirlo, ha transformado el “Contrato Social”. Entender esto es el segundo paso hacia la búsqueda de la solución del estado de cosas en nuestra nación. ¿Cómo lo ha transformado? Modelando la delincuencia y la violencia en sus múltiples formas y dimensiones a través de todo el espectro de la telaraña social en todos sus niveles. Estas alteraciones, entre otras, son partes del Contrato Social, o si se prefiere significar o decir lo mismo de otra manera, se puede afirmar que el contrato ha sido roto. La rotura del Contrato Social en la República Dominicana es un hecho evidente en la conducta colectiva de todos los miembros de la sociedad y aunque se puedan señalar culpables iniciales, la culpa es de todos, porque muchos han estado procurando preferentemente el bienestar personal en aspectos esenciales antes que al bienestar común.

 Estas conductas han estado siendo modeladas por muchos años a través de los medios de comunicación masivos en nombre de la “modernización”, aquellas libertades que no son más que puro libertinaje, la degradación de los valores modelada por la corrupción tanto del sector oficial como del privado y el desconocimiento de los principios morales en el carácter y la integridad de figuras políticas, artísticas, y para colmo de males hasta la ocurrencia en las iglesias, sean cuales sean sus denominaciones, de sus representantes sacerdotes, pastores, misioneras y misioneros incluyendo algunos de sus lideres. 

 Partiendo entonces de estas crudas realidades, repito, si se tiene la voluntad, se pueden establecer claramente y sin múltiples reuniones y discusiones, acciones y políticas publicas, así como implementación de leyes ya existentes que contribuirían grandemente al restablecimiento y a que se detenga el grado de deterioro en que se encuentra el Contrato Social de la República Dominicana. El Estado, las iglesias, el sector privado y empresarial así como las organizaciones sociales, incluyendo los partidos tienen la obligación de decidir en conjunto y por consenso cuales serian esas medidas, acciones y leyes que deben ser asumidas y puestas en efecto en la mayor brevedad posible, si es que se tiene la voluntad de enderezar los entuertos de la gran fabrica social dominicana

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