Fuente:: El Caribe
Osiris De Leon |
El pasado lunes 15 de julio, a las 10:02 de la mañana, un sismo de magnitud 5.1, con epicentro en las cercanías de Las Guáranas, e hipocentro a 14 kilómetros de profundidad, sacudió de manera directa los suelos flexibles de San Francisco de Macorís, Pimentel, Castillo, Cotuí, Fantino, Arenoso y Nagua, sintiéndose en gran parte del país.
De acuerdo a reportes de prensa, en San Francisco de Macorís el sismo causó grietas en la extensión de la Universidad Autónoma de Santo Domingo; en Pimentel provocó grietas en iglesias y comercios; en Santiago produjo grietas en el liceo Fernando Valerio y en el juzgado de Paz, y en Villa González daños menores en el ayuntamiento.
El temblor también provocó un gran pánico en la ciudad de Nagua, reportándose daños en una escuela, mientras que en Castillo hubo personas que recibieron golpes tras desplomarse parcialmente la pared de una vivienda.
Y la pregunta obligada es la siguiente: si un sismo de magnitud 5.1, el cual debe ser considerado como un simple temblor de tierra, provoca tantos agrietamientos en estructuras escolares, iglesias, juzgados, ayuntamientos y centros comerciales, ¿qué pasaría en la República Dominicana si se repitiese un sismo de magnitud 8.1, como el del 4 de agosto de 1946, cuya sacudida sísmica fue mil veces superior a la que sentimos esta semana? Debemos recordar que la escala de magnitud sísmica es logarítmica, y que un sismo de magnitud 8.1 produce una sacudida que es 10 veces mayor que la de un sismo de magnitud 7.1, es 100 veces superior a la de un sismo de magnitud 6.1, y es 1,000 veces superior a la de un sismo de magnitud 5.1.
Recordemos que en Puerto Príncipe, Haití, en el suroeste de nuestra isla, el sismo del 12 de enero de 2010, de magnitud 7.1 provocó 316,000 muertes, 350,000 heridos y mutilados, y dejó a un millón y medio de personas sin hogar, y que el sismo de Puerto Plata, el 22 de septiembre de 2003, de magnitud 6.5, aplastó escuelas, centros comerciales y viviendas de Puerto Plata, mientras hospitales y escuelas de Santiago sufrieron grandes grietas, “normales” para los estructuralistas de Santiago, pero inaceptables para el resto de la sociedad.
Cuántas escuelas, liceos, universidades, hospitales, iglesias, ayuntamientos, juzgados de paz, torres residenciales, viviendas y puentes tienen grandes vulnerabilidades estructurales que se evidencian cada vez que tiembla la tierra, y que exponen a un grave peligro a una gran parte del pueblo dominicano el día que suframos una sacudida sísmica de magnitud superior a 7.0, la cual puede ocurrir en cualquier momento, principalmente en el valle del Cibao y en la costa Norte, que son las zonas de mayores riesgos por la alta energía sísmica que allí se acumula y por la pésima respuesta sísmica local de los suelos flexibles del valle del Cibao y las zonas norte y oeste de Santo Domingo.
Las nuevas escuelas y hospitales se están construyendo sin criterios de sismo resistencia, aunque ingenieros y autoridades le digan a usted que se construyen en base al código sísmico, el cual no obliga a nadie a medir las velocidades de propagación de las ondas sísmicas de corte (Vs) en cada emplazamiento.
Si no aprendemos de los desastres sísmicos del pasado reciente, estaremos siempre expuestos a multiplicar las muertes y daños con cada nueva sacudida sísmica mayor, y las autoridades serán responsables de no haber actuado con la debida responsabilidad para proteger a la sociedad.
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