sábado, 4 de diciembre de 2010

La Delincuencia Y Sus Jueces

La Delincuencia Y Sus Jueces

La Criminalidad
Por Wilfredo Mora
La criminalidad es un régimen exclusivamente humano, comprende los momentos funcionales de un órgano único que es la sociedad, y lo más importante es pensar en la criminalidad como parte de la movilidad social.

La criminalidad «estricta» es la expresión de la delincuencia, pero no es toda la violencia social que existe en una determinada sociedad. No se evita el crimen sólo con la prevención, al atacar la criminalidad es necesario ponderar cuando ésta actúa como causa, y cuando ella es la consecuencia, el producto, de muchas otras carencias en el sistema social, que en muchos países hoy se manifiestan como inseguridades sociales. Para nosotros, la criminalidad que estamos presenciando (lamentablemente como espectadores robotizados) en el país es una consecuencia muy activa del sistema social imperante, por lo tanto, constituye un efecto de variadas manifestaciones, y no una causa, de la actual inseguridad ciudadana.

Ha ido muy lejos este problema de la violencia criminal (la que se riñe con la ley penal) y la razón central es la evolución que ha tomado todo el sistema social a través del sistema político, los únicos responsables de su exorbitante auge. En cuanto al sistema educativo o de instrucción pública, éste es una verdadera calamidad, siendo el principal insumo social, excluyendo a muchos de los niños, que luego serán los jóvenes infractores (la criminalidad es un problema de la gente joven). No sé sobre qué base el país que aspira al progreso social, si la escuela no funciona, y además es costosa para el ciudadano humilde. Imaginemos por un momento la escuela en el medio rural. O pensamos en el desarrollo cultural de nuestros campos. Pero el crimen es un fenómeno esencialmente del medio urbano.

Por eso, al abordar la criminalidad en los términos de la seguridad urbana, que se manifiesta como (in) seguridad ciudadana, pensamos en exponer en forma escueta el quid del fenómeno criminal, aunque nuestra opinión no sea del agrado de los políticos ni del poder político, en general. Pues nuestros políticos son muy malos, pocos profesionales y sin tacto para el manejo de un asunto complicado como la criminalidad, que además es un problema científico, que se formula en base a números, luego a planes y finalmente a programas, para que el sistema social funcione sin amenazas de ningún tipo.

Siendo la criminalidad una consecuencia y no una causa de males sociales, no es correcto, pero preocupante ver a las autoridades interesadas más en el tema el crimen, antes que la realidad en la que funciona el sistema social (estructuras económicas, políticas y sociales básicas), cuyos componentes centrales están reñidas con las causas estructurales de la criminalidad: es peligroso abordar la criminalidad de forma instrumental, decidiendo en aposento o en Consejos de gobierno lo que se piensa o no hacer.

El fundamento social del crimen práctico es que en una sociedad cualquiera, algunas conductas están permitidas y otras están prohibidas. Las primeras, dependen de la cultura, del devenir social; las segundas del sistema jurídico y del control gubernamental. Las sociedades del primer mundo tienen otras formas de criminalidad, menos sangrienta. Domina básicamente el delito galante, filosófico, o el que se inspira en las tecnologías.

New York, paradójicamente puede servir de ejemplo: la prostitución está prohibida, y no se tolera; el consumo de alcohol a la vista de los demás no está permitido, y no es una forma extrema de escape a los problemas; el metro está en manos privadas, pero el Estado tiene en control absoluto las normas de su ejemplar funcionamiento.

El marco laboral es prospectivo, y domina el estricto criterio de la legalidad. Gracias a ello no se puede desarrollar en ninguna de sus formas el culto a la personalidad, y cualquier Presidente si se porta mal, pasa a la cola de la sociedad. Pero cualquier ciudadano es tratado igual como el más de sus potentados, so pena de demanda. La tendencia es que la sociedad así concebida está por encima de cada uno de sus intereses particulares, y que el poder político tiene que orientarse a partir de ahí, y no al revés.

El crimen es un potencial comportamiento y al mismo tiempo una conducta negativa, incluso del hombre socialmente bien orientado. Pero el problema aquí planteado es la criminalidad de los «fracasados» del sistema social, y por qué esto ha ocurrido. Es nuestra responsabilidad convertirlo en tema social y no del poder político, que históricamente ha cometido muchos errores.

Al inquirir qué podemos hacer contra el crimen, sólo dos tipos de respuestas pueden constituir una explicación racional. En primer lugar, interpretar las señales sociales que derivan del crimen práctico y generalizado entre la gente común, que además están sobreviviendo y tratando de realizar aspiraciones imposibles, que el sistema social le niega; en segundo lugar, mantener el tema del aumento de la criminalidad en el nivel discursivo, en los medios de comunicación, donde además es casi imponente la idea de que el crimen lo tiene que atender o resolver una Secretaría de Estado, o un puñado de funcionarios, incluyendo los Jefes de Policía. La primera fórmula es preferible, porque nos indica que la criminalidad exige primero conocer de sus verdaderas causas, reveladas mediante estudios formales, antes de proponer planes y programas para su prevención.

Este tipo de trabajo se entiende mejor en función de datos estadísticos. Cuando miramos a nuestro alrededor, descubrimos a un hombre tratando ser normal en una sociedad que cada vez se hace más anormal, y a esta anormalidad la denominamos la criminalidad, que como ya se ha dicho aquí, es el resultado de otras inseguridades, entre los que se cuentan el desempleo, falta de alimento, pobreza material, fundamentos institucionales nefastos, falta de respeto a los valores, problema de la ética social, en la policía, en los funcionarios públicos, Ministerio Público político dirigido por políticos, etc..

La segunda fórmula, que es la oficial, es la equivocada, porque ve la criminalidad al revés. Y porque el concepto que tiene es de que hay que esforzarse en la prevención para acabar con el delito. Esta concepción del crimen, se convierte en un círculo vicioso, con rituales en los que vemos a sus funcionarios intervenir en el asunto de manera personal, casi a manera de triunfo o de logro del gobierno.

La idea del delito que necesitamos es que éste se configura por la interacción de todos, no sirve de nada que el grupo dirigente se esfuerce mucho hablando todos los días del fenómeno, o que diga qué hacer y qué no hacer en la lucha contra el crimen. La criminalidad requiere de un instituto especializado que estudie continuamente todas las formas de violencia criminal, y se la presente al gobierno central. Pero la cuestión nuestra es que urge (re) evolucionar, porque tiene, en realidad, tantas fisuras por donde se diluye el sentido de los servicios sociales que tiene que atender el gobierno, que no logra materializar.


El autor es criminólogo y perito forense

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Barahoneros y visitantes: apreciamos sus comentarios