Por Bienvenido Heredia
La población dominicana está entrando en pánico con las informaciones vertidas diariamenrte por los medios de información impresos y electrónicos, respecto a los numerosos casos de cólera que se están registrando en sectores marginados de la capital y algunos pueblos del interior del País. Y no es para menos.
Después de un año que apareciera dicha enfermedad en el vecino Haití, donde la Vibrio Cholerae ha cobrado cerca de medio de millón de vidas, aparece en crecimiento un brote de dicha bacteria en barrios pobres ubicados a la orilla de los ríos Ozama e Isabela de la Capital. Según los informes del Ministerio de Salud Pública, ya van 8 muertes un par de sectores y en pocos días.
Por qué nuestro clamor, urgente? Porque estamos frente a una epidemia que según los expertos, luego que se establece en un lugar, nunca más se retira, ya que hay personas que pueden portar la bacteria en su organismo sin presentar ningún síntoma de la enfermedad, pero que sí pueden transmitir dicha bacteria a otras personas a través de las heces fecales, mejor conocidas como pupú o cacá. Como todos sabemos, la mayoría de las enfermedades entran por la boca, principalmente al comer o al tomar cualquier tipo de líquido. De ahí la expresión de que “somos lo que comemos”.
Vista esa situación propiamente de salud, los facultativos no se cansan de sugerir higiene en nuestra alimentación y limpieza total en nuestro alrededor. Las aguas que tomamos, con las que cocinamos los alimentos, las que están a nuestro alrededor, son el principal factor, el principal transmisor de la bacteria que produce El Cólera. Y resulta y viene a ser, que Barahona, Provincia Ecoturística, La Perla del Sur, tiene un río que atravieza el centro de la ciudad, un río que hace tiempo, mucho tiempo, que está arrabalizado: El Birán. El mismo sirve de recipiente, de descargo para los desperdicios humanos de decenas de familias que viven en su rivera. Su desembocadura es el reservorio de una gran parte del alcantarillado sanitario insuficiente e ineficiente que nos gastamos.
Porque Barahona, esta ciudad de Casandra Damirón y María Montez, no tiene planta de tratamiento, nunca la ha tenido y todo lo que nuestro organismo rechaza después de comer y beber, todo lo que botamos por los inodoros y letrinas, va a parar directo a las aguas del río Birán y del mar caribe sin procesamiento alguno. Pero no al Mar Caribe lejos de nuestras costas, NO!, todo se queda ahí mismo, en la orilla, frente a la hermosa ciudad de Barahona.
Si a este gran peligro le sumamos la inmundicia y la fetidez que se respira, aspira y consume en el mercado público de Barahona, hasta el más indolente de los mortales funcionarios municipales y gubernamentales, tendrá que convenir en que Barahona está a la puerta de una gran epidemia de Cólera y de cualquier enfermedad que sea producto de la contaminación ambiental, de la inmundicia, de la pobreza y del hacinamiento.
O planificamos y actuamos para nuestro futuro sano, o nos seguimos comportando como ignorantes e indolentes ante el peligro que nos acecha y que amenazas con llenar nuestros hospitales de enfermos y nuestros barrios de muertos. Quizás es una sentencia cruel, pero mi clamor no puede ser menos en los tiempos del Cólera.
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